La Dra. Raquel-Amaya Martínez González es Profesora Titular de Universidad en el Departamento de Ciencias de la Educación de la Universidad de Oviedo (España). Esta profesora universitaria coordina el Grupo de Investigación “Intervención Educativa en el ámbito Familiar, Escolar y Social” y desarrolla estudios y programas educativos con Familias y Profesionales del sector Educativo, Servicios Sociales, de la Salud y otros sectores afines.
Entre sus logros ha recibido Premio Nacional a la Investigación Educativa del Ministerio de Educación y Ciencia por su investigación sobre los procesos educativos que tienen lugar en el ámbito familiar y su repercusión sobre la formación y el rendimiento académico de los hijos e hijas. Ha recibido también el «Premio José Lorca a la Defensa y Protección de los Derechos de los Niños» otorgado por el Principado de Asturias por su Programa-Guía para el Desarrollo de Competencias Emocionales, Educativas y Parentales, publicado por el Ministerio de Sanidad y Política Social, Dirección General de Política Social, de las Familias y de la Infancia.
La doctora Martínez ha presidido el European Research Network About Parents in Education (ERNAPE). Es miembro del International Network of Scholars on School-Family-Community Partnerships (INET), USA. Es Convenor de la European Educational Research Association en el Network on Communities, Families, and Schooling in Educational Research.
¿Necesitan las familias aprender a educar?
La familia es el primer agente socializador del ser humano, del que recibimos las primeras, las más intensas y las más duraderas influencias para nuestro desarrollo personal. De ahí la conveniencia de que las figuras adultas que tienen en la familia la función de educar a los niños, adolescentes y jóvenes, cuenten con competencias educativas adecuadas, tanto en lo que respecta a conocimientos, como a habilidades cognitivas, emocionales, actitudinales y conductuales.
¿Repetimos los malos vicios adquiridos en casa?
Con cierta frecuencia los adultos nos sorprendemos a nosotros mismos pensando, diciendo o haciendo cosas que pensaban, decían o hacían nuestros padres y que, quizás, nos habíamos planteado no repetir. Este es un ejemplo interesante de cómo los aprendizajes que adquirimos en casa, la mayoría de ellos positivos, se asientan e interiorizan en nosotros. Por ello, es importante que el modelo de comportamiento que los padres ofrezcan a sus hijos sea aquél que contribuya de manera más positiva, tanto a su desarrollo personal como al bienestar de todo el sistema familiar.
¿Ha evolucionado la forma de educar con la Sociedad?
La sociedad se encuentra siempre en continua evolución y cambio, no solo en el ámbito tecnológico, económico o de estructuras sociales, sino también en el de las ideas, el conocimiento, los valores o las relaciones interpersonales, por citar algunos. En el ámbito educativo, ya sea académico o familiar, se han producido también cambios sustanciales, dejando paso, por ejemplo, el estilo educativo imperativo propio de hace décadas a un estilo más comunicativo, dialogante y negociador. Este estilo contribuye mejor al desarrollo de las competencias personales que permiten al individuo un mejor ajuste a la sociedad actual. Por lo que respecta a las familias, no obstante, la falta de tiempo para interaccionar con los hijos e incluso con la pareja, el cansancio que producen las largas jornadas laborales o el temor a ser muy imperativos, por ejemplo, pueden llevar a los padres a adoptar estilos educativos permisivos con los hijos que tampoco facilitan su adecuado desarrollo personal y su adaptación escolar o social. A esto se une en el momento actual los medios de comunicación y el protagonismo que están adquiriendo las tecnologías de la información y la comunicación, que pueden llegar a ejercen también una influencia educativa relevante. Sin embargo, no siempre los padres cuentan con los recursos o las habilidades necesarias para entender y controlar adecuadamente el uso que hacen sus hijos de estas tecnologías.
¿Qué nuevos retos tienen los padres de hoy en día que no tuvieran la generación anterior?
En relación con lo que venimos comentando, quizás uno de los retos fundamentales que tienen los padres en el momento actual es ejercer adecuadamente su rol de autoridad ante los hijos, a través de promover el convencimiento de lo que conviene hacer y no tanto a través de la imposición. Para ello necesitan ser modelos adecuados de comportamiento para sus hijos: con asertividad y seguridad personal, con capacidad de autorregular la expresión de sus impulsos y emociones, de escuchar, empatizar, comunicar, argumentar, negociar, de establecer normas y límites razonables, y consecuencias aplicables y proporcionadas. De este modo, los hijos pueden aprendan a desarrollar también estas competencias para la vida, que necesitarán para hacer frente al riesgo que supone, por ejemplo, la desmotivación por el estudio, el acoso, el fracaso y el absentismo escolar, el consumo de drogas, los comportamientos delictivos, las relaciones sexuales no seguras, los embarazos en adolescentes, la adicción a las tecnologías, los desórdenes en la alimentación y en otros hábitos de vida saludables, etc., por citar algunos de los retos educativos del momento actual que las familias necesitan afrontar.
¿Cómo puede influir un pediatra en la educación de los niños?
A la consulta de pediatría se acercan cada día muchas familias por temas relacionados con la salud de sus hijos; en el transcurso de estas consultas y en la comunicación que se produce entre el pediatra y los padres, éstos seguramente comentan sus dudas sobre cómo actuar con sus hijos en distintas facetas según la edad que éstos tengan: desde cómo instaurar hábitos adecuados de alimentación y sueño, por ejemplo, en las edades más tempranas, hasta cómo detectar si los hijos tienen hábitos de ocio y de relación interpersonal o sexual saludables en la etapa de la adolescencia. El grado, no solo de conocimientos que tengan los pediatras sobre estas u otras temáticas de orientación familiar, sino también la actitud positiva con la que reciban estas dudas y las respuestas que les den al respecto, influirá en cómo los padres se sientan apoyados y seguros en su rol parental y en cómo pueden implicarse mejor en la crianza y educación de sus hijos. Como consecuencia, los niños recibirán indirectamente a través de sus padres, los beneficios del apoyo parental que les brinda su pediatra.
¿Existen suficientes políticas públicas de educación en salud? ¿Qué política vería más necesaria hoy día? ¿Cuales están teniendo más éxito en los países de nuestro entorno?
Seguramente, en políticas públicas, siempre nos gustaría poder hacer algo más de lo que se hace. En la actualidad se está desarrollando la Recomendación 2006/19 del Consejo de Europa sobre Políticas de Apoyo a la Parentalidad Positiva. Desde que surgió esta Recomendación, el Ministerio español competente en materia de Política Social y Atención a la Infancia y Familias (en la actualidad el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad) ha promovido, entre otras cosas, estudios de investigación, organizado Jornadas sobre Parentalidad Positiva, financiado curso de formación para profesionales, publicado programas y recursos y diseñado una plataforma sobre Parentalidad Positiva (www.familiasenpositivo.es ), para dar a conocer y apoyar las iniciativas intersectoriales existentes en nuestro país al respecto.
Por su parte, las Comunidades Autónomas, que tienen transferidas las competencias en materia de Salud, Servicios Sociales y Educación, también están intentando avanzar en esta línea. En el caso del Principado de Asturias, por ejemplo, el Observatorio de la Infancia y la Adolescencia coordinado por D. Carlos Becedóniz, en colaboración con nuestro grupo de Investigación IEFES de la Universidad de Oviedo, está desarrollando una iniciativa de innovación social en Parentalidad Positiva, formando a profesionales de diversos sectores para aplicar con familias en el ámbito municipal y con metodología grupal, el Programa-Guía para el Desarrollo de Competencias Emocionales, Educativas y Parentales publicado por el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad. Este programa ha sido diseñado por la Dra. Raquel-Amaya Martínez González, coordinadora del Grupo de Investigación IEFES mencionado (IEFES-Intervención Educativa en el Ámbito Familiar, Escolar y Social). Hasta ahora los resultados están siendo muy positivos, como puede verse en la publicación que se encuentra en el siguiente enlace: http://www.psychosocialntervention.org/&lang=es&secc=actual&articulo=20160728130605073000.
Dado que esta Recomendación sobre Políticas de Apoyo a la Parentalidad Positiva surge del Consejo de Europa, otros países de nuestro entorno también están trabajando sobre ella.
Drogas, nuevas tecnologías, acoso escolar, cambios familiares, ¿Pueden mejorar sustancialmente?
Como comentamos en un momento anterior, el consumo de drogas, la adicción a las tecnologías o el acoso escolar, entre otras, son temáticas de mucha preocupación para las familias y para la sociedad. La mejora en su tratamiento seguramente requiere de acciones educativas preventivas que procedan de distintos ámbitos sectoriales y que se den de manera coordinada: salud, escolar, social, entre otros. Todas las familias, en general, necesitan ser apoyadas en el ejercicio de su rol parental para que puedan ejercer adecuadamente su función socializadora de contribuir al desarrollo personal integral de sus hijos e hijas, y facilitar así su correcto ajuste personal, académico, laboral y social,. Por otra parte, los cambios en las estructuras y dinámicas familiares hacen aún más necesario este apoyo parental. Los programas de parentalidad positiva basados en evidencias, como el mencionado anteriormente, están facilitando a las familias desarrollar competencias parentales que ayudan a resolver muchas de sus dudas educativas y dificultades en la convivencia familiar, actuando como interesantes recursos preventivos y comunitarios. Para su puesta en práctica, se requiere apoyo institucional que facilite a los profesionales contar con el tiempo y los recursos necesarios, así como con el reconocimiento de su implicación para que estos programas se implementen con eficacia.