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Bebidas energéticas: ¿sabemos lo que beben nuestros pacientes?

26 Mar 2019 | Actualidad, Actualidad Grupo de Trabajo Actualizaciones Bibliográficas, Carrusel

Mansour, B, Amarah, W, Nasralla, E. et al. Energy drinks in children and adolescents: demographic data and immediate effects. Eur J Pediatr. 2019. https://doi.org/10.1007/s00431-019-03342-7

El consumo de las bebidas energéticas (BE) se centra globalmente en los grupos de 12-17 años, con un 31 % de los mismos, y en el grupo de 18-24 años, con un 34%.

Se muestra un estudio prospectivo con objetivos repartidos en 2 fases, conocer la prevalencia del uso entre los adolescentes, las diferencias entre los que usan dichas bebidas y los que no y conocer sus principales efectos secundarios. Presenta un tamaño muestral de 375 adolescentes (40% hombres y 60% mujeres). Responden un cuestionario de hábitos de consumo, características demográficas, y constantes vitales, entre otras. El 55 % de los mismos consumía bebidas energéticas. Se estratifican en 2 grupos en función del uso o no de bebidas energéticas.

Se constata que hay más proporción de varones que consuman BE. No se muestran diferencias en el uso de otras sustancias. Lógicamente se observa un mayor miedo a sus ingredientes (principalmente cafeína) por parte de los no consumidores (74.5% frente a 62.6%). Igualmente presentaban mayor miedo a sus efectos secundarios a corto (taquicardia el 96% e hipertensión el 93.5%) y largo plazo (disfunción hepática el 94%, o renal el 93%).

En una segunda fase, se seleccionan aleatoriamente 40 pacientes de cada grupo, administrándose una bebida energética al primer grupo y agua al grupo control para objetivar efectos en múltiples intervalos.

Los consumidores habituales (2 o más BE a la semana) mostraban cifras más altas de tensión arterial, de manera significativa en todos los puntos de control hasta las 2 horas de administración, aunque sin afectación de la frecuencia cardiaca, frecuencia respiratoria ni la sensación de bienestar.

En otros estudios si se demuestra la correlación con un aumento del consumo de alcohol, que por causas religiosas puede no registrarse en este estudio. Sus efectos secundarios a corto plazo con un aumento de tensión arterial significativo, pero de dudosa significación clínica, convendría estudiarlo más a largo plazo. Estos estudios pueden hacer plantearse a los pediatras la importancia que se les da a este tipo de bebidas en la práctica diaria.

Gonzalo de la Fuente Echevarría
Pediatra de AP. CS Ciudad Rodrigo. Salamanca

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