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COVID-19 en niños: el eslabón en la cadena de transmisión

31 Mar 2020 | Actualidad, Actualidad del Grupo de Trabajo Enfermería Pediátrica, Carrusel

Kelvin AA, Halperin S. COVID-19 in children: the link in the transmission chain. Lancet Infect Dis. 2020 March 25

Los síntomas comunes reportados en adultos con COVID-19 son fiebre, tos seca y fatiga; se han asociado casos graves con disnea y opacidades bilaterales de vidrio esmerilado en la TC de tórax. En China, el número reproductivo de SARS-CoV-2 se estima en 2. La tasa de letalidad combinada es del 2% en China, y el riesgo de la muerte aumenta significativamente en las personas mayores (aproximadamente el 15%).

Es de destacar que los lactantes y niños no se han destacado en las estadísticas de casos de COVID-19. Un análisis de China ha demostrado que los niños menores de 10 años representan solo el 1% de los casos de COVID-19, similar a la proporción de epidemias de SARS-CoV y MERS-CoV. Los lactantes y niños pequeños suelen tener un alto riesgo para ingresar al hospital después de una infección del tracto respiratorio con virus como el VRS e influenza. Se cree que la inmadurez del tracto respiratorio y el sistema inmunitario contribuye a la enfermedad respiratoria viral grave en este grupo de edad. Por lo tanto, la ausencia de pacientes pediátricos con COVID-19 ha dejado perplejos a los médicos, epidemiólogos y científicos. Faltan las definiciones de casos y las estrategias de manejo para niños debido al número limitado de pacientes pediátricos con COVID-19.

En The Lancet Infectious Diseases, Haiyan Qiu y cols. han arrojado luz sobre esta población subrepresentada con un informe clínico de 36 pacientes pediátricos (de 1 a 16 años) con COVID-19 confirmado por PCR. Sus análisis tienen implicaciones importantes para el manejo clínico de personas más jóvenes con infección por SARS-CoV-2 y políticas de distanciamiento social para prevenir la transmisión del virus. Los pacientes en este estudio estaban siendo tratados en tres hospitales ubicados en la provincia de Zhejiang, China, que está a 900 km de Wuhan. Los niños representaron aproximadamente el 5% del total de pacientes con COVID-19. Los pacientes fueron estratificados por gravedad de la enfermedad y fueron evaluados en el hospital (duración media de la hospitalización, 14 [DE 3] días) para infección bacteriana y fúngica secundaria, sepsis, respuestas inmunes y disfunción orgánica (pulmón, hígado, corazón y riñón). Todos los niños se sometieron a un examen de TC para el diagnóstico de neumonía. Diez (28%) pacientes eran casos latentes asintomáticos identificados porque un familiar adulto tenía la infección o habían estado expuestos al área epidémica. El rastreo de contactos también se usó para identificar infecciones pediátricas durante las epidemias de SARS-CoV y MERS-CoV. Ninguno de los niños desarrolló una enfermedad grave o murió, similar a los hallazgos de casos pediátricos de SARS-CoV en 2002–03. El hallazgo clínico más comúnmente reportado en niños con COVID-19 fue neumonía (19 [53%]); fiebre, tos seca o ambos fueron los siguientes síntomas más frecuentes. Todos los niños con COVID-19 fueron tratados de forma agresiva, lo que también era estándar para los niños con infección por SARS-CoV. El tratamiento para COVID-19 consistió en interferón alfa en aerosol en todos los niños, jarabe de lopinavir-ritonavir dos veces al día durante 14 días en 14 (39%) y oxígeno suplementario para seis (17%). Los pacientes pediátricos fueron dados de alta después de dos PCR negativas de SARS-CoV-2.

Qiu y sus colegas han realizado un estudio preliminar muy importante que define el cuadro clínico para los niños infectados con SARS-CoV-2, que se valorará a nivel mundial. Específicamente, los datos mostraron que los pacientes pediátricos con COVID-19 tenían una enfermedad leve o asintomática acompañada de neumonía en aproximadamente la mitad de los casos. No está claro a qué niños deben dirigirse los tratamientos antivirales e inmunomoduladores, particularmente en vista de la alta proporción de contactos infectados asintomáticos. Juntos, estos resultados podrían sugerir que los niños tienen mecanismos específicos que regulan la interacción entre el sistema inmunitario y la maquinaria respiratoria, lo que podría estar contribuyendo a una enfermedad más leve. Posiblemente, los infiltrados pulmonares tienen un papel protector durante la infección pediátrica por SARS-CoV-2, como los linfocitos participan en el desarrollo de estructura linfoide asociada a bronquios inducible después de una lesión respiratoria. La correlación entre la radiografía de tórax y los hallazgos de la TC podría dar una idea adicional de la importancia clínica, si la hubiera, de los hallazgos de la TC. En vista de la exposición sustancial a la radiación asociada con la TC, si los niños solo experimentan una enfermedad leve, el uso rutinario de la TC podría no estar justificado y necesita una evaluación adicional para el tratamiento de los casos pediátricos.

El hallazgo más importante del presente análisis es la clara evidencia de que los niños son susceptibles a la infección por SARS-CoV-2, pero con frecuencia no tienen enfermedad notable, aumentando la posibilidad de que los niños podrían ser facilitadores de la transmisión viral. Si los niños son importantes en la transmisión y amplificación viral, podrían establecerse políticas de salud pública y social (por ejemplo, evitar la interacción con personas mayores) para retrasar la transmisión y proteger a las poblaciones vulnerables. Hay una necesidad urgente de investigar más a fondo el papel que los niños tienen en la cadena de transmisión.

Javier López Ávila
Urgencias de Pediatría. Hospital Universitario de Salamanca

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