Los niños con discapacidad intelectual tienen más riesgo de experimentar dolor, incluso en las actividades rutinarias de su cuidado. Además en algunas condiciones como los trastornos del espectro autista, se describe hipersensibilidad al dolor. El problema principal en la mayoría de estos casos es la dificultad para comunicar el dolor, lo que puede llevar erróneamente al observador a pensar que el niño no lo tiene. Por otra parte, el uso de herramientas inapropiadas o limitadas para evaluar el dolor en este subgrupo pediátrico contribuye a un manejo del dolor inadecuado.
El objetivo de este artículo es revisar algunas de las herramientas más útiles para evaluar el dolor en esta población y animar a los clínicos a familiarizarse con ellas.
A los niños con discapacidad de leve a moderada se les debe dar la oportunidad de comunicar su dolor mediante escalas, en algunos casos será de forma numérica o la “escala de las caras” asegurándonos que lo entienden de forma adecuada.
En niños con afectación intelectual severa o sin capacidad comunicativa, se evaluará el dolor de forma indirecta mediante observación: respiración, coloración de la piel, temblores, sudoración, frecuencia cardiaca, tensión arterial, expresión facial, postura corporal, etc. Una estrategia muy efectiva es hacer partícipes a los padres del niño en esta evaluación ya que son los que están familiarizados con la actitud normal del niño. Sin embargo, tienden a sobreestimar los síntomas en condiciones de dolor agudo y de infraestimarlos en casos de dolor crónico.
Algunas de las escalas mencionadas son: r-FLACC (la forma revisada de Face, Legs, Activity, Cry and Consolability) que se adaptó para incluir la expresión facial y así ser más adecuada para valoraciones en niños con discapacidad en procesos agudos como cirugías o traumatismos. PPP es útil en niños con discapacidad grave con dificultades en la visión, audición o comunicación, no sirve para diagnóstico del dolor sino para describir comportamientos dolorosos, monitorizar el dolor y la efectividad de tratamientos.
Los autores describen las 6 características de una escala ideal:
– Simple y fácil de incluir en la práctica diaria de sanitarios y padres/cuidadores.
– Aplicable tanto en casa como en instituciones.
– Adecuada para la variedad de causas de dolor tanto agudo como crónico.
– Completa incluyendo comportamientos causados específicamente por el dolor como cambios fisiológicos.
– Útil para cualquier nivel de discapacidad intelectual o limitación física.
– Que incluya la participación de los padres cuando sea posible.
Laura Gómez Recio
Pediatra de AP. CS María Auxiliadora. Béjar (Salamanca)
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