Díez-Suárez A, Hernández-González C. Somatizaciones en la infancia y en la adolescencia: una guía para comprenderlas mejor. An Pediatr (Barc). 2025 Feb;102(2):503711
El origen de las somatizaciones es mental. Sin embargo, los pacientes que las sufren van a experimentar síntomas físicos en lugar de psicológicos. Es por esto que no se obtienen resultados anormales en las exploraciones que se realizan. Cualquier síntoma físico puede encuadrarse en una somatización. Los más frecuentes son los inespecíficos tipo astenia o cefalea, abdominalgia y lumbalgia. Cuando las somatizaciones son muy frecuentes y afectan a la calidad de vida del niño o del adulto se les denomina trastornos por somatización.
Existen diferentes cuadros con características propias. En el trastorno de síntomas somáticos o somatomorfo los pensamientos y sentimientos relacionados con los síntomas son desproporcionados. Existe una preocupación excesiva por la salud, generando problemas significativos como el absentismo escolar y el aislamiento social. El trastorno de ansiedad por enfermedad, clásicamente conocido por hipocondría, se basa en la obsesión por contraer o padecer una enfermedad sin síntomas somáticos que lo justifiquen. En la asistencia pediátrica es habitual la combinación de hijo con tendencia a la somatización y padre o madre con pensamientos hipocondriacos. El síntoma principal en los trastornos de conversión es una alteración de la función motora o sensitiva. Los más frecuentes son los síncopes y las pseudocrisis. Finalmente, aunque se engloban en este grupo, los denominados trastornos facticios son situaciones diferentes en las que el niño va a falsificar intencionadamente los síntomas. Les sirven para obtener recompensas de tipo situacional (no acudir a determinado lugar), material o psicológico. En el caso de que sean los padres o cuidadores los que finjan los síntomas se denomina trastorno facticio por poderes.
La prevalencia estimada de los trastornos somatomorfos es aproximadamente del 1 al 3%. Son más frecuentes en el sexo femenino y predominan los trastornos somatomorfos seguidos del conversivo. Los niños que sufren enfermedades o conviven con ellas tienen más probabilidades de presentar somatizaciones, al igual que los que sufren un trato negligente. La presencia de somatizaciones recurrentes en los padres y los estilos educativos extremos también son factores de riesgo. En cuanto a las características personales, van a tener mayor vulnerabilidad los niños con dificultades para la expresión verbal o emocional, temperamentos perfeccionistas, inseguros, con pocas estrategias de afrontamiento de problemas y con menor umbral del dolor. La presencia de trastornos psiquiátricos en los niños con trastornos de somatización es muy habitual, entre el 50 y 90%. No solo tienen más trastornos de ansiedad, depresivos o de estrés postraumático, sino que también más trastornos negativistas y disociales, de conducta alimentaria y abuso de sustancias.
La esencia del tratamiento es evitar todo lo que le aleje de la normalidad y para ello precisan un programa de rehabilitación interdisciplinar. El primer paso es explicarles la naturaleza del proceso con un mensaje claro, dejando de hacer pruebas innecesarias que fomenten más consultas médicas. El programa debe ser individualizado, siendo imprescindible además del personal sanitario, la participación de la familia y el colegio. Las terapias cognitivo-conductuales son el tratamiento de elección. Pretenden mejorar la capacidad de afrontamiento del niño ante diferentes situaciones con estrategias de distracción, extinción, activación conductual y relajación. En relación con esta última, el método de Koeppen es uno de los más efectivos en niños entre 4 y 12 años. También existen programas de mindfullnes adaptados a niños y adolescentes con evidencia cada vez mayor.
En relación con las intervenciones farmacológicas, los antidepresivos son los más usados en casos de comorbilidad psiquiátrica. En los niños el efecto placebo suele ser aún más notable que en los adultos, sin embargo, no debe ser nunca la única solución. Se puede emplear de forma puntual para la confirmación diagnóstica. Si la somatización es en forma de dolor, hay que poner especial atención al uso racional de la analgesia. El objetivo es intentar retirar los analgésicos del todo empleando técnicas no químicas para su control.
Enfrentarse a un paciente con somatizaciones de moderada intensidad puede ser frustrante. Se debe dedicar tiempo a explicarles la naturaleza de sus síntomas dándoles apoyo para que no evolucionen. El pronóstico en general suele ser favorable.