El uso y abuso de antibióticos desde su descubrimiento ha conllevado un significativo aumento de bacterias multirresistentes con mayor morbimortalidad cuando producen infecciones invasivas. En países desarrollados, se estima que la magnitud de este problema se puede comparar a los de VIH, tuberculosis y gripe combinados. En lugares con menos recursos, los neonatos son particularmente vulnerables a la resistencia antibiótica y a ésta se le atribuyen unas 60 000 muertes cada año.
Hay un número limitado de antibióticos disponibles para tratar las infecciones multirresistentes en niños, particularmente las causadas por bacterias resistentes a carbapenem y aquellas que producen betalactamasas de espectro extendido. Se debe a falta de datos de seguridad y eficacia, así como al perfil de toxicidad de la mayoría de los fármacos usados en los adultos en este tipo de infecciones.
La fosfomicina es un antibiótico que ha mostrado bajos niveles de resistencia a nivel mundial y se trata de una opción muy prometedora en las infecciones causadas tanto por gérmenes Gram positivos como Gram negativos, incluyendo aquellas multirresistentes. Además de su amplio espectro posee efectos sinérgicos cuando se prescribe junto a otros antibióticos como betalactámicos, aminoglucósidos y fluoroquinolonas. Está aprobada en Europa y EEUU como segunda línea de tratamiento intravenoso en osteomielitis, ITU complicada y meningitis bacteriana, entre otros. Sin embargo, una de sus limitaciones es la falta de una pauta de dosis clara en lactantes y niños pequeños, y que las pautas intravenosas recomendadas en neonatos varían mucho entre distintos países.
Investigaciones futuras deberán aclarar las pautas terapéuticas de fosfomicina para población pediátrica y definir su farmacocinética y seguridad, para poder ampliar la prescripción de este antibiótico asequible en todos aquellos lugares afectados por la creciente resistencia antimicrobiana.
Laura Gómez Recio
Pediatra de AP. CS de Béjar. Salamanca
