Vázquez-López P, Armero-Pedreira P, Martínez-Sánchez L, et al. Autolesiones y conducta suicida en niños y adolescentes. Lo que la pandemia nos ha desvelado. Anales de Pediatría
https://doi.org/10.1016/j.anpedi.2022.11.006
El inicio de la pandemia por SARS-CoV-2 ha puesto de manifiesto el deterioro de la salud mental de niños y adolescentes. Se objetivan, sobre todo en estos últimos, más síntomas depresivos, autolesiones y conductas suicidas. La estigmatización que supone estas situaciones complica su abordaje y prevención. Es muy necesaria la incorporación de nuevas herramientas clínicas que permitan una detección precoz para el inicio de un tratamiento integral en el que el pediatra supone una figura importante.
Es fundamental distinguir entre autolesiones no suicidas (ANS) y conductas suicidas. Las ANS se caracterizan por cualquier comportamiento intencionado, sin intención suicida, que causa destrucción de la superficie corporal. Se estima una prevalencia según diferentes estudios entre el 15 y el 25% y predomina en el sexo femenino. Busca una necesidad de refuerzo social positivo, disminuir los sentimientos negativos o puede ser un mecanismo de alivio o de autocastigo. Si las autolesiones son graves o se repiten en el tiempo existe mayor riesgo de ideación e intento suicida. Los cortes en la piel son el mecanismo más frecuente. En cuanto a la conducta suicida se gradúa en ideación, amenazas, intentos y, por último, suicidio consumado. En el año 2020, se suicidaron en España 14 niños menores de 15 años, el doble que el año anterior.
La Sociedad Española de Urgencias de Pediatría (SEUP) realizó un análisis en 16 servicios de urgencias pediátricos (SUP) comparando datos antes y durante la pandemia. Se objetivó un incremento del 122% del diagnóstico de “intoxicación no accidental por fármacos” y del 56% de “suicidio/intento de suicidio/ideación autolítica”. Asimismo, datos de un estudio prospectivo iniciado en enero de 2021 por el Grupo de Trabajo de Intoxicaciones reveló el claro predominio del sexo femenino (90.1%) y el alto porcentaje en el que los pacientes habían realizado tentativas anteriores (57.7%). En un tercio (34.9%) no se había realizado ningún diagnóstico psiquiátrico previo, lo cual no implica que no lo padecieran.
La pandemia ha puesto de manifiesto que los determinantes sociales son decisivos para favorecer el riesgo de padecer problemas de salud tanto físicos como mentales. Esta situación global ha expuesto a adolescentes y niños a conocer la enfermedad o incluso el fallecimiento y la precariedad laboral o económica. Se ha incrementado la violencia doméstica y ha empeorado la salud mental de los familiares. El aislamiento social, la interrupción de las rutinas, la restricción del ocio y el uso excesivo de tecnologías se consideran factores precipitantes. Existen además otros factores individuales predisponentes que se deben tener en cuenta: sexo femenino, presencia de trastornos psiquiátricos e intentos de suicidio previos. Las familias, el entorno escolar y diferentes recursos de salud son agentes determinantes para fomentar estrategias que permitan reducir los factores de riesgo y precipitantes. La educación no debe obviar aspectos emocionales fomentando estrategias que trabajen la tolerancia y la frustración, la gestión de los conflictos y la capacidad de pedir ayuda y darla a los demás.
España no dispone de un plan nacional para la prevención del suicidio. Desde la Asociación Española de Pediatría (AEP) se han señalado las principales limitaciones que pueden impedir la inversión de la tendencia actual como la ausencia o heterogeneidad de los programas de prevención entre comunidades autónomas, una insuficiente formación específica tanto en el ámbito sanitario como educativo, el desbordamiento de los servicios tanto de atención primaria, urgencias como de salud mental, y finalmente la falta de coordinación entre los diferentes estamentos (servicios médicos, cuerpos de seguridad, educación, servicios sociales y jurídicos, asociaciones y medios de comunicación).
El Grupo de Trabajo Multidisciplinar sobre Salud mental en la infancia de la AEP aboga por una formación específica en psiquiatría infantil y adolescente para los pediatras, especialmente de atención primaria, implantando rotaciones obligatorias en los médicos residentes. Asimismo, recomienda la incorporación de la detección precoz o screening de la prevención del suicidio en atención primaria, urgencias y hospitalización.
Las conductas suicidas, las autolesiones y los fallecimientos por suicidio están aumentando de forma alarmante en nuestro entorno, en especial tras la pandemia por COVID-19. Los profesionales en contacto con la infancia y la adolescencia deberían conocer los factores prevenibles para trabajar sobre ellos con actitud de apoyo y empatía. La creación de un plan nacional para la prevención del suicidio homogeneizado resulta fundamental.