Alan es el nombre del menor transexual de 17 años que se quitó la vida en Nochebuena. Mientras gran parte de las familias se reunían para compartir una noche de felicidad, una familia catalana se le rompía el corazón con el suicidio de Alan ,un niño transexual que no tuvo de su lado a los poderes públicos que debían haber impedido ser objeto de transfobia en el ámbito escolar .La discriminación por razón de identidad de género es frecuente en nuestro país y la impunidad ante las conductas tránsfobas, es regla general.
Como profesionales de la intervención sociosanitaria tenemos la responsabilidad clara ante el acoso escolar y el bullying homofóbico y no podemos pensar que se trata del problema de otras personas, que en mi centro no sucede, que “mi niño no es así, no sería capaz”. El cambio radica en empezar por uno mismo, de manera que tenemos que reflexionar sobre cómo actuamos y qué decimos sobre la sexualidad, para poder darnos cuenta que la pelota está en nuestro tejado, que hoy es el mejor día para abordar las cuestiones relativas a la sexualidad que surgen en el aula y fuera de ella.
Pensemos que los y las adolescentes se encuentran en un mundo paradójico y en constante evolución: por una parte existe una gran invisibilidad de la educación sexual en su formación, con los miedos constantes de las personas adultas a abordar estos temas y al mismo tiempo, emitiendo constantes valoraciones sobre lo que está bien y mal. Por otra parte, un mundo que está lleno de referencias a la sexualidad y al sexo, de forma indiscriminada, con fuentes infinitas de información, como son las nuevas tecnologías de la comunicación y con pocas pautas sobre cómo distinguir lo relevante.
Los adolescentes tienen los mismos problemas de antes, de falta de conocimientos y de apoyo, de saber a quién acudir y saber más, de una interlocución y por otra parte, de una oferta infinita de información que está ligada al porno, al consumo, a una visión de la homosexualidad que poco tiene que ver con lo cotidiano. Tenemos la responsabilidad de ofrecer los valores, conocimientos y referencias que les permitan a los adolescentes y jóvenes adultos crecer y pensar de forma autónoma, para tomar las mejores decisiones.
Si a un menor transexual no se le protege contra la transfobia muy probablemente termine como Alan. La tasa de suicidios en personas transexuales llega al 41%, según los últimos estudios, algo inaceptable y por lo que hay que poner fin a esta indignidad. La muerte de Alan debe de ser la última que se permita la Sociedad Española del siglo XXI. Además, es nuestra responsabilidad, facilitar las habilidades y recursos para enfrentarse al acoso escolar y bullying homofóbico que tanto nos alarma.