Los 1.000 primeros días de vida son la suma del período de gestación y de los dos primeros años de vida. Este tiempo representa un periodo crítico para el desarrollo porque brinda una oportunidad para que el niño obtenga los beneficios nutricionales e inmunológicos que va a necesitar el resto de su vida, y porque durante este período se desarrolla el potencial físico e intelectual y se forman los hábitos alimentarios.
Es conocido que durante el desarrollo temprano la respuesta a diversos estímulos puede programar el riesgo de enfermedades no transmisibles. La nutrición temprana ejerce, tanto a corto como a largo plazo, el efecto sobre la salud mediante la programación inmunológica, metabólica, el desarrollo microbiológico, el desarrollo cognitivo, etc.
Las condiciones adversas tempranas durante el desarrollo pueden dar lugar a cambios permanentes en el organismo, lo que en la actualidad se conoce como programación metabólica. En este sentido, este artículo hace referencia a la teoría del «fenotipo ahorrador», según la cual el feto, en situación de desnutrición, altera de forma permanente la estructura de los órganos y adapta su metabolismo para garantizar su supervivencia inmediata.
En los primeros 1.000 días de la vida es cuando aparecen los déficits de crecimiento póndero-estatural ya que a partir de los 2 años, el crecimiento se mantiene más o menos paralelo a la curva de crecimiento ideal. Son también fundamentales para el desarrollo del cerebro, y así este estudio señala que una adecuada nutrición mejora el desarrollo cognitivo, el rendimiento escolar e incluso los ingresos económicos.
Por último, a nivel inmunológico señala que la relación entre el sistema linfático asociado al intestino y la microbiota intestinal en etapas tempranas de la vida es crucial para el desarrollo apropiado de las interacciones entre los distintos tipos celulares de la mucosa y la inmunorregulación sistémica.
Por tanto, concluye que una buena nutrición en los primeros 1.000 días de vida tendrá una influencia muy beneficiosa para la salud posterior y, por consiguiente, optimizar el crecimiento prenatal y posnatal temprano es esencial desde el punto de vista preventivo.
Eva Navia Rodilla Rojo
Médico Interno Residente de Pediatría. Hospital Universitario de Salamanca