La tartamudez es un trastorno del habla caracterizado por la repetición o prolongación frecuente de sonidos, sílabas o palabras, o por numerosas vacilaciones o pausas que interrumpen el flujo rítmico del habla, que deben ser clasificadas como patológicas cuando su gravedad afecta a la fluidez del lenguaje de un modo importante. En ocasiones, la tartamudez se complica y puede acompañarse de movimientos de la cara u otras partes del cuerpo, que coinciden en el tiempo con las repeticiones, prolongaciones o pausas en el flujo verbal. Se considera la tartamudez como un proceso cronificante, con periodos de remisión parcial y exacerbaciones que se presentan frecuentemente cuando existe una especial presión para hablar.
El 5% de todos los niños entre los dos y los cinco años presentan disfluencias, e incluso entre aquéllos cuyas disfluencias son anormales, (repeticiones o bloqueos que van acompañadas de esfuerzo o incomodidad).Existe una posibilidad de remisión cercana al 80%. Se recomienda la expresión “niño con disfluencia” o “niño que tartamudea”. Esta alteración del lenguaje es la más común en la edad pediátrica y la que más desconcierto y dudas genera en los padres. Gracias a las investigaciones en el campo de la neurociencia, a partir de 1990 sabemos por ejemplo que no podemos seguir atribuyendo causas de tipo emocional a este trastorno del lenguaje. Investigaciones en las áreas de la genética, neuroimagen y coordinación motora están demostrando que podemos estar ante un trastorno causado por un problema de integración de los «circuitos neurológicos». Sabemos también, que muchas de las personas que tartamudean podrán tener una predisposición genética.
Atención temprana
El mejor momento para la intervención siempre será cuanto antes, entre otras cosas porque resulta mucho más eficaz el tratamiento cuando aún no han aparecido «conductas secundarias» (muletillas, fuerza, evitación, circunloquios, ansiedad…). Y porque la aparición de estas conductas son la manifestación del sufrimiento por parte del niño, y debemos evitar esto a toda costa. De todas las cosas que se pueden hacer ante la tartamudez, NO HACER NADA «NO» ES UNA DE ELLAS.
Tras un estudio a los papás de niños con tartamudez, podemos obtener unos datos preliminares que evidencian que los niños entre 2 a 6 años si que son conscientes de su dificultad para hablar, por lo tanto a esa edad ya pueden aparecer comportamientos secundarios de esfuerzo y evitación, con lo que es totalmente necesario derivar al niño inmediatamente a un profesional especializado en tartamudez para proporcionar estratégias y determinar cual será el mejor tratamiento.
Factores de riesgo
El conocimiento de los factores de riesgo permite realizar un diagnóstico precoz, lo que posibilita un rápido acceso al tratamiento, que promueve la remisión total o reducción de los síntomas de la tartamudez, así como minimizar su impacto en la calidad de vida de los niños que tartamudean:
- Historia Familiar. El riesgo de ser una tartamudez crónica aumenta si el niño tiene un familiar con tartamudez.
- Edad del niño en el inicio de la tartamudez. Los niños que comienzan a tartamudear antes de los tres años y medio, tienen mayor probabilidad de superar un cuadro de tartamudez.
- Duración del cuadro. El 80% de niños con disfluencias remiten en aproximadamente 12 meses. Si el periodo se alarga durante más de 6 meses, es importante que sea observado por un especialista, ya que cuanto más tiempo nos esperemos, menos posibilidad de remisión habrá.
- Genero. Las niñas tienen mayor posibilidad de remisión. En la edad adulta el ratio es de aproximadamente 4 hombres por 1 mujer. Sin embargo, en menores, el número de niños y niñas con disfluencias es muy aproximado.
- Tipos de disfluencia y velocidad del habla. Los niños que al tartamudear presentan tics asociados, muletillas o más de 3 repeticiones de sonidos o sílabas o una velocidad de habla muy alta, poseen una mayor probabilidad de derivar en un cuadro crónico de la tartamudez.
Avances
La logopedia hoy puede afirmar, gracias a las neurociencias, que la tartamudez tiene una base neurológica y no es originada por factores externos ni psicológicos. Muchas son las investigaciones que demuestran un funcionamiento diferente en las personas que tartamudean en las áreas cerebrales del lenguaje motora y premotora.
Los niños que tartamudean tienden a mostrar anomalías del desarrollo del área de Broca. Estas anomalías del cerebro izquierdo se encuentran también en el cerebro de personas adultas con tartamudez persistente, confirmando así que estas diferencias con las personas fluentes, no son una consecuencia sino una causa. Se ha observado también actividad cerebral diferente cuando las disfluencias son típicas de cuando son atípicas.
Consecuencias
En un mundo donde la comunicación condiciona nuestras vivencias, estas dificultades pueden manifestarse y provocar consecuencias graves por ejemplo en:
- El colegio: el niño o adolescente puede sentir vergüenza de participar en el aula, le puede condicionar a la hora de escoger su profesión, su progresión curricular…
- A nivel profesional: la tartamudez puede condicionar al desempeño de la carrera profesional, de acceder a puestos públicos, superar entrevistas de trabajo…
- A nivel social: en muchas ocasiones la persona que tartamudea evita hablar en público para no ser burlado, o simplemente para no aburrir al oyente).
Para más información:
- Guía para Pediatras de la Fundación Española de la Tartamudez
- Guía para Padres de la Fundación Española de la Tartamudez
- Guía para Docentes de la Fundación Española de la Tartamudez
- Fundación Española de la Tartamudez