La adquisición de unos hábitos adecuados durante la infancia es una manera de evitar posibles complicaciones no sólo para la salud del niño sino también en su posterior etapa como adulto. El estudio ALSALMA pretende actuar como observador de la situación de la alimentación actual de los niños españoles para identificar los aspectos a modificar en el futuro.
Se trata de un estudio epidemiológico transversal realizado a nivel nacional en el que los padres completaron un diario dietético de sus hijos sobre el consumo de alimentos durante 4 días no consecutivos. La muestra se limitaba a niños menores de 36 meses de cualquier raza o sexo, que no tuvieran una enfermedad crónica ni una dieta específica que limitara su alimentación. Se anotaron los alimentos ingeridos, su cantidad y el momento del día de la ingesta. El objetivo fue comparar las ingestas medias de micronutrientes y macronutrientes para la edad con las recomendaciones actuales mediante el método “Estimated Average Requirement (EAR) cut-point method”.
Participaron 186 pediatras que incluyeron a 1701 niños con una edad media de 20 meses. La edad gestacional media fue de 39 semanas y no hubo diferencias entre el peso, la talla y el IMC al nacimiento. El 32.9% comía en la guardería, más a mayor edad (p< 0.0001), y un 14.6% de los niños tomaba algún tipo de suplemento vitamínico, más a menor edad (p<0.01).
La existencia de un elevado consumo de proteínas fue lo más representativo del estudio, al igual que ocurría en otros similares de Europa y Estados Unidos en los mismos grupos de edad. Un 95.9% de los niños consumían más del doble de proteínas de lo recomendado de forma diaria para su edad, con tendencia a un mayor consumo a medida que aumenta la edad, sobre todo en la comida y en la cena. La proporción de energía aportada por las proteínas no superaba sin embargo el 20%, mostrando un perfil calórico adecuado. Los valores absolutos elevados de consumo proteico pueden deberse a una elevada ingesta de energía, y hasta un 27.5% de los niños consumían energía por encima de 1/3 de lo necesario. Un IMC significativamente mayor se relacionó en el estudio con una elevada ingesta de proteínas y de hidratos de carbono coincidiendo con la relación entre ingesta proteica en niños menores de 2 años y futuro riesgo de obesidad que se describe actualmente.
Las deficiencias más importantes se observaron en la vitamina D, sobre todo a partir de los 12 meses tras retirar los suplementos. Se relacionó unos niveles bajos de vitamina D con un mayor IMC, poniendo en riesgo la salud futura de estos niños dada su relación con las enfermedades metabólicas y el riesgo cardiovascular.
El yodo fue otro de los micronutrientes en déficit, sin embargo puede que tenga relación con un defecto en el registro de los datos, dada la elevada ingesta de sodio de estos niños pudiendo ser gran parte en forma de sal yodada no considerada.
Se aconseja una intervención en este grupo etario para adquirir unos hábitos nutricionales saludables.
Sheila de Pedro del Valle
Médico Interno Residente. Hospital Universitario de Salamanca