Actualmente existen multitud de terapias que bajo el nombre de “medicina natural, complementaria o alternativa” prometen alivio de síntomas, curación de enfermedades o mejora de la salud en general. Gran parte de ellas se basan en un efecto placebo enmascarado, dado que la atención exclusiva de una familia en un ambiente tranquilo y relajante puede generar una mejoría notable por sí misma disfrazando la falta de efectividad real de estas terapias. El riesgo para los niños aparece fundamentalmente cuando este tipo de medicina alternativa se convierte como primera o única opción ante una patología determinada.
La Fundación Española para la Ciencia y Tecnología publica de forma anual informes de percepción social de la Ciencia y la Tecnología. En 2018 destaca el porcentaje de población 26.3%, que se traduce en más de 10 millones de españoles, que afirma que ha utilizado un tipo de tratamiento alternativo como sustituto de la medicina convencional. En enero de 2019 la Asociación para Proteger al Enfermo de Terapias pseudocientíficas (APETP) concluye que la cifra de fallecidos a causa de estas terapias sea probablemente superior al millar.
En la carta científica publicada en esta misma revista por Tornero et al. Se analizan las visitas a profesionales de medicina complementaria y el uso de productos homeopáticos y naturistas en población infantil. Según las últimas Encuestas Nacionales de Salud de España (ENSE) la frecuentación infantil a estas consultas descendió de 2.4% en 2011/2012 al 1.3% en 2017 (p<0.001), hecho que se generaliza también en la población general.
Existe gran diversidad en la legislación de esta medicina complementaria y alternativa en la Unión Europea. En octubre de 2018, el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, y el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades establecen el “plan para la protección de la salud frente a pseudoterapias”. Este plan presenta 4 líneas de actuación. La primera se basa en generar, difundir y facilitar información sobre las pseudoterapias bajo la evidencia científica disponible. La segunda línea intenta evitar la publicidad engañosa y busca corresponsabilizar en un futuro a anunciantes de estos productos. La tercera busca garantizar que todas las actividades sanitarias sean realizadas por profesionales con titulación oficialmente reconocida. Y la cuarta y última pretende, en resumen, expulsar la seudociencia de la formación universitaria.
El Comité de Medicamentos de la Asociación Española de Pediatría (CM-AEP) como grupo independiente considera que ningún profesional sanitario debe recomendar tratamientos no avalados por la evidencia científica y que los procedimientos diagnósticos y terapéuticos deben basarse en protocolos y guías de práctica clínica actualizados. El CM-AEP insta a la responsabilidad y obligación de las autoridades sanitarias y del sistema judicial para regularizar el uso de la medicina alternativa en edad pediátrica, advirtiendo a los padres y prescriptores de posibles sanciones cuando se exponga al menor a una evolución no satisfactoria o a perder oportunidades de curación. Los Colegios Profesionales deberían valorar sanciones a aquellos profesionales sanitarios que, bajo un título universitario, practiquen o promuevan una medicina alejada de la evidencia actual, sobre todo en los casos en los que se inste a sustituir la medicina tradicional por una seudoterapia.
Sheila de Pedro del Valle
Pediatra. Hospital Nuestra Señora de Sonsoles. Ávila
