Antibiotic exposure in the first two years of life and development of asthma and other allergic diseases by 7.5 yr: A dose-dependent relationship. Hoskin-Parr L, Alison Teyhan A, Ariel Blocker A and Henderson AJW. Pediatr Allergy and Immunol. 2013;24:762-771
La prevalencia del asma ha aumentado en los últimos 30 años, particularmente en el medio urbano de los países occidentales. Se trata de una enfermedad con un componente de heredabilidad marcado, pero los cambios en su prevalencia han hecho que se considere la influencia del entorno como un mecanismo más en su patogénesis.
El uso de antibióticos en la infancia temprana podría generar cambios en la microbiota de cada individuo en un momento crítico del desarrollo del sistema inmune y, por lo tanto, podría ser el punto de partida para la adquisición de manifestaciones de tipo alérgico. El estudio que se presenta pretende establecer una relación causal entre el tratamiento con antibióticos en los dos primeros años de la vida y el desarrollo posterior de asma, eccema, rinitis alérgica e hipersensibilidad cutánea en el prick test.
Se recoge una cohorte de 13 978 niños para los cuales se diseña un seguimiento hasta los 7.5 años en los que se entrevistará a sus madres en tres ocasiones para recoger el número de tandas de antibiótico a los que son sometidos durante los periodos de 0-6 meses, 6-15 meses y 15-24 meses. Únicamente 5780 finalizaron el seguimiento, de los cuales 4173 se realizaron pruebas de sensibilidad cutánea para gramíneas, epitelio de gato y ácaros. Los resultados se ajustaron por diferentes factores de confusión entre los que se sitúan el nivel socioeconómico o la presencia de sibilancias recurrentes antes de los 30 meses (pacientes en lo que se presupone un mayor uso de antibióticos).
A los 7.5 años, un 10.7% desarrolló asma; un 17.2% eccema, un 8.7% rinitis y un 19.9% tuvo un resultado positivo en las pruebas cutáneas. En los niños que recibieron antibióticos antes de los 24 meses fue más frecuente el diagnóstico de asma (OR, [95% CI] 1.75, [1.40–2.17]) con una relación creciente con respecto al aumento de tandas de antibiótico administradas (OR [95% CI] 1.11, [0.84–1.48]) una sola vez, 1.50, [1.14–1.98] dos veces, 1.79, [1.34–2.40] tres veces y 2.82, [2.19–3.63] para cuatro veces o más. Como cabría esperar, la asociación más fuerte se estableció entre los individuos que recibieron antibióticos en los tres periodos (por lo tanto 3 tandas o más si recibieron más de uno en alguna de ellas).
El factor de confusión con mayor repercusión en los resultados fue la exclusión de los niños en los que se había constatado la presencia de sibilancias. La asociación se torna más débil pero todavía significativa.
A diferencia del asma, los resultados para las demás variables no obtuvieron una relación tan fuerte. Se observó una OR (95% CI) de 1.28, [1.03–1.60] para la rinitis alérgica y de 1.20, [1.02–1.41] para el eccema. La asociación con las pruebas de hipersensibilidad cutánea no fue significativa.
Las limitaciones del estudio se centran en sesgos de memoria de las madres dado que las encuestas se realizaban con intervalos significativos de tiempo y sobre todo en la no identificación del tipo de antibiótico al que podríamos atribuir esta asociación.
Entre las conclusiones destaca la existencia de una fuerte relación que parece dosis-dependiente entre el uso de antibióticos y el desarrollo de asma aunque cabría esperar una confirmación de estos hallazgos con estudios que recogieran entre otros, la familia de antibióticos implicada o la causa de prescripción de éstos.
Sheila de Pedro del Valle
Médico Interno Residente. Hospital Clínico Salamanca.