La sarna se produce por la infestación del ácaro Sarcoptes scabiei variedad hominis. Produce un intenso picor que puede derivar en otras complicaciones cutáneas como el impétigo, produciendo infecciones bacterianas más graves e incluso secuelas inmunológicas derivadas de una invasión estreptocócica.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) la ha considerado en 2017 una de las enfermedades tropicales olvidadas. Existe evidencia sobre el resultado de la administración masiva de drogas a base de ivermectina en poblaciones de riesgo. Sin embargo, actualmente no existe una estrategia global de control.
Se han realizado dos estudios recientes en relación a la epidemiología. Uno de ellos arrojó cifras sobre prevalencia en 2015 de en torno a 200 millones de personas. Estableció una cifra de 71 años de vida ajustados por discapacidad (AVAD) por cada 100.000 personas. Se cree que esto no es más que la punta del iceberg que sale a la luz por una infección bacteriana secundaria que hace descubrir la infestación primaria.
El método diagnóstico de referencia es la visualización del ácaro, sus huevos o material fecal en microscopio tras el raspado cutáneo de las lesiones, aunque en la práctica clínica se realiza de un modo directo mediante el simple descubrimiento de las lesiones típicas. Sería necesario establecer un diagnóstico estandarizado de manera global para determinar las consecuencias de la enfermedad y la efectividad de las terapias e intervenciones públicas. Un reciente consenso de la Alianza para el Control de la Sarna ha establecido unos criterios diagnósticos con 3 niveles de certeza.
Se recomienda tratar al caso índice y a todos los contactos. Aunque los tratamientos tópicos existentes son muy efectivos, el problema se establece en la adherencia ya que son irritantes cutáneos y el tiempo de aplicación es prolongado. Esta es la principal causa de fallo de tratamiento y progresión de la transmisión. No se ha demostrado resistencia a la permetrina en humanos, pero sí en animales.
La ivermectina es el único tratamiento efectivo oral que puede proporcionar quizá mayor adherencia pero del que también es necesaria una segunda dosis porque no actúa sobre los huevos. Una revisión de la Cochrane en 2018 comparó su eficacia con la permetrina tópica. Se estableció una escasa diferencia entre ellas para lograr la eliminación completa de la infestación en la segunda semana del tratamiento. La moxidectina es otro agente oral que se muestra prometedor en el tratamiento de la sarna. Se mantiene durante más tiempo en plasma por lo que no hace necesaria una segunda dosis y protege contra la reinfestación (más de 43 días en comparación con menos de un día de la ivermectina).
Aunque los tratamientos sean efectivos, en poblaciones con alta incidencia se establece una rápida reinfestación. Es por esto que se han publicado varios ensayos con administración masiva de drogas a base de ivermectina demostrando una reducción de la prevalencia respecto al manejo habitual de los casos de forma individualizada.
El desarrollo de medidas globales para el control de esta enfermedad requiere un diagnóstico estandarizado y estrategias de mapeo y vigilancia. Se debe establecer si el uso de administración masiva de fármacos sería la respuesta para la reducción de la infestación y de las complicaciones derivadas.
Sheila de Pedro del Valle
Pediatra. Hospital Nuestra Señora de Sonsoles. Ávila