Whyte-Nesfield M, Kaplan, D, Eldrige, PS, et al. Pediatric Critical Care-Associated Parental Traumatic stress: Beyond the First Year. Pediatr Crit Care Med. 2023 Feb 1;24(2):93-101
https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/36661417/
Enfrentarse al ingreso de un hijo en la Unidad de Cuidados Intensivos Pediátricos (UCIP) es un evento traumático para toda la familia. Un porcentaje significativo de padres de estos niños (10-42%) cumplirán criterios para el diagnóstico de un síndrome de estrés postraumático. En general, la sintomatología aparece en los primeros meses tras el alta (3-6 meses) o bien en los meses posteriores durante la recuperación (>12 meses) Frecuentemente afecta a la estabilidad familiar y finalmente a la salud mental de los propios niños. No existen datos publicados sobre síntomas de estrés postraumático por encima de los 18 meses tras al alta en UCIP. Los autores plantean la posibilidad de persistencia de estos síntomas a largo plazo incluso por encima de los 30 meses.
Se realizó un estudio prospectivo de cohortes reclutando a padres (o cuidadores) de niños y adolescentes hasta los 17 años que fueran ingresados, de manera no programada, en UCIP durante un periodo de más de 48 horas. Se usó una combinación de escalas validadas y cuestionarios para la obtención de datos en 4 momentos: T0 (3-14 días tras el ingreso), T1 (momento del alta), T2 (3-9 meses tras el alta) y T3 (18-30 meses tras al alta). En un primer momento se evaluó la salud mental basal mediante el Patient Health Questionnaire (PHQ) en el T0. Después otros cuestionarios como el Acute Stress Disorder Scale-5 (ASDS-5) utilizado en T1 y el PTSD Symptom Scale Interview del DMS-5 (PSS-I-5) en T2 y T3 se usaron para valorar los datos de estrés parental. En los dos primeros periodos se recogieron además escalas de evaluación pronóstica del niño como el Functional Status Score (FSS), Pediatric Cerebral Performance Category (PCPC) y el Pediatric Overall Performance Category (POPC). En los restantes, se usaron otros cuestionarios que incluían por ejemplo datos sobre el conocimiento de la enfermedad y ansiedad ante síntomas de daño permanente o posibilidad de muerte tras el alta.
La muestra inicial fue de 265 padres en el momento de T0. De ellos, 195 finalizaron la valoración hasta T2 y 175 hasta T3. Únicamente 7 salieron del estudio por fallecimiento del menor, el resto abandonaron o se perdió el seguimiento. Destaca que 34 de los 195 padres en T2 (17%) y 34 de los 175 (19%) en T3 solicitaron terapia psiquiátrica. En ninguno de ellos se valoró el diagnóstico de síndrome de estrés postraumático.
Si nos centramos en los datos hasta el periodo T2 (3-9 meses), en 29 de los 195 padres que terminaron el seguimiento (14.8%) se encontraron criterios para el diagnóstico de síndrome de estrés postraumático. El análisis multivariante realizado hasta este periodo pone de manifiesto un incremento del riesgo en el diagnóstico si hay una puntuación alta en las escalas de estrés agudo (ASD) (OR 8.01; IC95% 2.64-24.3), y POPC al alta con afectación severa o coma (OR5.21, IC95% 1.65-16.4). El riesgo aumenta a medida que se elevan las puntuaciones en los cuestionarios que aluden sobre la preocupación de los padres de que su hijo sufra lesiones irreversibles (OR; IC95% 1.36-2.43) o el conocimiento sobre la enfermedad de su hijo (OR 1.82; IC95% 1.13-2.93).
Datos sobre el periodo de T3 (18-30 meses) identifican una prevalencia de síndrome de estrés postraumático del 12.5% (22 de los 175 padres). Tras realizar el análisis multivariante se observan como factores de riesgo la situación previa de trastorno de estrés agudo (ASD alto) (OR 4.19; IC95% 1.12-15.7), el ingreso previo de ellos mismos o un familiar cercano en una UCI (OR 6.5; IC 95% 1.43-29.6) y la elevación progresiva en la puntuación de la preocupación de los padres por la posibilidad de muerte del paciente tras el alta. En estas parejas se reportaron mayores índices de divorcio o separación (OR 4.89; IC95% 1.78-13.5) y una disminución de los ingresos en el hogar desde el periodo de T2 al T3 (OR 5.78; IC95% 0.56-8.82).
Se realizó un análisis de datos de los padres en los que, aun no cumpliendo el diagnóstico de síndrome de estrés postraumático, se observaron síntomas dentro de este espectro. Si mantenían síntomas en el periodo de T2 se incrementaba el riesgo de nuevos diagnósticos de ansiedad o depresión posalta (OR 2.70; IC 95% 1.31-5.57). Si además persistía hasta el periodo de T3 se observaba un incremento en los datos de divorcio o separación (OR 2.70; IC 95% 1.12-6.47).
Una puntuación elevada en la valoración de la situación mental basal al ingreso se torna como un factor de riesgo muy importante para el desarrollo de síntomas compatibles con estrés postraumático. Datos como el sexo femenino o el nivel de estudios no se han asociado a esta patología. Entre las limitaciones del estudio se encuentran entre otras la pérdida de seguimiento de alrededor del 20% de la muestra y la falta de control sobre otras situaciones externas estresantes que pudieran influir en las respuestas de los padres. Los cuestionarios utilizados en las últimas fases y que valoraban datos como el conocimiento de la enfermedad de su hijo o la ansiedad ante síntomas irreversibles no se encuentran validados.
La prevención de esta patología debe localizarse en un primer plano en el plan de tratamiento en UCIP. Deben establecerse unos cuidados de la salud mental familiar y solicitar apoyo psiquiátrico precoz cuando se estime necesario.