La red REGAP publica un documento resumen sobre el consenso 2021 del asma en pediatría como herramienta esquemática para la práctica clínica. El asma es una de las enfermedades crónicas más prevalentes estimándose en España una prevalencia del 10%. Se trata de una patología heterogénea caracterizada por una obstrucción de la vía aérea inferior. Se puede diagnosticar desde los primeros años de vida y aunque se define como crónica, sus síntomas pueden mejorar o incluso remitir con el crecimiento.
El diagnóstico de asma en la infancia es clínico y se basa en 3 criterios: síntomas de obstrucción bronquial, que varíen de manera espontánea o con el tratamiento, y que no puedan ser explicados por otras enfermedades. La espirometría por sí sola no permite confirmar o descartar la presencia de asma.

La exacerbación asmática recoge los síntomas que aparecen en un niño asintomático o empeoran en su estado de base. Es esencial valorar su gravedad mediante la combinación de la exploración física y los factores de riesgo de la historia clínica. La respuesta al tratamiento también es un factor importante. Este último se establece según escalas como el Pulmonary Score y la oximetría.
El tratamiento de mantenimiento busca mantener al niño asintomático o con el mínimo número de síntomas posible. Debe ser individualizado y ajustado de manera continua y requiere la colaboración entre paciente, familia y profesionales sanitarios. Por eso la educación terapéutica es un pilar básico. Los glucocorticoides inhalados son el tratamiento de elección. Se recomienda un tratamiento según un modelo escalonado en el que los fármacos y las dosis de glucocorticoides se aumenten o disminuyan en función de gravedad y respuesta al tratamiento.
La principal causa del mal control del asma es el incumplimiento terapéutico, por mala adhesión o mal uso de los fármacos. Hasta un 5-10% de los niños asmáticos se categorizan como asma grave, diferente en su concepto del asma mal controlada. Esto condiciona una considerable afectación de la calidad de vida a pesar de seguir adecuadamente el tratamiento, o que el tratamiento necesario para el control del asma les genere efectos secundarios. Muchos de estos pacientes deberán ser atendidos en unidades especializadas reevaluando de forma escalonada cada caso. En el primer escalón se valora el diagnóstico real de asma, el segundo investiga factores potencialmente modificables que dificulten el control, el tercero analiza las comorbilidades y en el cuarto se define el fenotipo de asma que tiene el paciente (en edad pediátrica el alérgico es el más frecuente). Si no mejoran tras esta evaluación se considera el inicio de fármacos biológicos.
El asma no parece comportarse como un factor de riesgo para la COVID-19 y el uso de glucocorticoides inhalados no se asocia con mayor riesgo.
Sheila de Pedro del Valle
Pediatra. Hospital Nuestra Señora de Sonsoles. Ávila