Actualidad

Autora:

Carmen Madrigal

Pediatra de Atención Primaria.

Centro de Salud de Dávila.

Los tics son movimientos involuntarios que un niño hace sin ningún propósito y que suelen ser estereotipados y de corta duración. Se presentan con más frecuencia en niños que en niñas y en los hijos de padres que los tuvieron en su infancia. Son muy frecuentes en la población infantil, de manera que alrededor de un 20 % va a tener algún tipo de tic.

Los tics suelen comenzar entre los 5 y 9 años, pueden darse en cualquier parte del cuerpo pero son más comunes los que comienzan afectando a la musculatura de la cara o el cuello. Es habitual que un niño que tenga tics presente más de uno a la vez y que, a su vez, estos vayan variando de un lado a otro del cuerpo a lo largo de las semanas.

Aunque son movimientos involuntarios, cuando al niño se le advierte de ellos puede llegar a controlarlos. Los tics aumentan cuando el niño está cansado, nervioso o al final del día. Tienden a disminuir cuando hace actividades en las que centra su atención o le distraen. Suele manejar mejor los tics cuando está en el colegio y presenta más en casa.

Los tics pueden ser simples o complejos, depende de si el movimiento involucra a uno o varios grupos musculares al mismo tiempo. Los más frecuentes son los motores simples: parpadear, levantar las cejas, muecas con los labios, contracciones del cuello y levantar los hombros. También pueden darse tics vocales, como toser, carraspear, gruñir, inspirar o resoplar.

En la mayor parte de los casos, el pediatra no necesitará realizar ningún tipo de prueba complementaria para determinar que se trata de un tic. Es suficiente con observar el movimiento en consulta y recoger algunos datos sobre las circunstancias en las que se producen, así como preguntar sobre antecedentes de tics en la familia. Sin embargo, si va acompañado de otras alteraciones neurológicas u otros problemas de conducta, se le debe prestar atención a su evolución por si hubiese que descartar alguna patología u otro trastorno asociado, como un TDAH, un TOC, un trastorno del aprendizaje o una depresión.

Infografía Trastorno por tics

El pronóstico de los tics, en general, es bueno. Suele mejorar a los 10-12 años de edad, aunque en algunos casos se reagudizan en la adolescencia o cuando la persona se encuentra en circunstancias estresantes. En aquellos casos en que los tics tengan un curso más crónico y provoquen dificultades en el rendimiento escolar o problemas de adaptación social y repercutan en la autoestima del niño, puede ser conveniente realizar una evaluación por parte del Equipo de Salud Mental Infanto-Juvenil.

El tratamiento de los trastornos de tics depende de la repercusión que tengan en la vida del paciente. Los tics suelen ser un escape de las tensiones emocionales acumuladas y hay una relación entre su intensidad y la importancia de la intensidad emocional que padece.

Por este motivo, se debe valorar el estado psicoemocional del niño antes de realizar un tratamiento farmacológico.

Es muy importante que el niño y su familia reciban información sobre la benignidad del cuadro y su curso evolutivo oscilante, para que entiendan el trastorno y puedan disminuir el grado de ansiedad del menor.

El tratamiento farmacológico debe quedar reservado exclusivamente para casos moderados o severos, cuando el cuadro clínico de tics no mejora con intervenciones de tipo psicoeducativo o psicoterapéutico, o cuando la frecuencia, intensidad o problemas asociados interfieren en la calidad de vida del paciente

Algunos de los consejos que pueden recibir los familiares y profesores de niños con tics son:

  1. No aumentar la presión del niño corrigiéndole para que no haga el tic y no juzgarle por ello.
  2. Ayudarle a identificar situaciones que le estresan o le dan miedo y cómo enfrentarse a ellas.
  3. Reforzar su autoestima y nombrar con orgullo aquello que hace bien.
  4. Intentar que no lleve un ritmo de vida muy sobrecargado y que encuentre momentos para jugar o aburrirse.

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